Show me your real face

Hoy he tocado la mala suerte, le he visto los ojos. Eran oscuros, abiertos y profundos, tan profundos que parecían penetrar en mí, en mis pensamientos, en mi cabeza, paralizando mi capacidad de reacción ante cualquier estímulo que ella pudiera producir hacia mí en busca de acabar con mi persona. Penetraba por mi retina haciéndome creer que buscaba lo contrario. Fue entonces cuando confié, cuando se paró mi corazón por un instante oponiéndose a la razón e intenté acercarme más a ella.
Tras acercarme lentamente, intenté tocarla, pero el intento fracasó, haciendo desaparecer mis dudas sobre las supersticiones que llevaba oyendo desde que me integré en esto que llaman vida. 
El amago de tocarla causó en ella una reacción extraña. Su mano se transformó en una zarpa que me agarró rápidamente con fuerza, se quitó aquella careta que había provocado en mí la tentación de tocar aquel suave pelaje que se convirtió en piel seca y áspera, al mostrar sus sucias zarpas. 
Vi el daño que podía llegar a causar aquel ser, empecé a creer en lo que decían. 
Lo que me mostraba al principio simplemente era parte de su maldad, de su técnica de engaño y manipulación. Era una apariencia más, pero yo intenté ver su verdadero rostro. 
Y es que en esta vida, estoy segura, de que la mayoría de población se guía por las apariencias. O no es cierto, que contratarías antes a un chico que fuese con traje a la entrevista de trabajo que a uno con vaqueros, que sigue habiendo gente que piensa que llevar tatuajes a cierta edad es ser mala gente, que llevar gorra, pantalones caídos y ropa grande es de macarras o que por llevar cosas hechas a mano ya eres un hippie, etc..  Quizás estas personas no sean como realmente las vemos, tenemos que mirar mas allá, tratar de conocer a las personas, no basarnos en su físico o apariencia. Bien es cierto que algunas veces lo que muestran es lo que hay, otras es incluso mejor lo que hay dentro de cada persona pero en este caso, lo que encontré en aquel ser fue peor de lo que me hizo ver. 
Nos escondemos tras una imagen diferente a la nuestra porque al cabo de los años, vivimos circunstancias en que es más sensato y conveniente "maquillar" nuestro comportamiento, adecuarlo al contexto, ocultar nuestros verdaderos sentimientos, moderarnos en nuestras respuestas o amordazar nuestra espontaneidad en aras de una supuesta convivencia armoniosa --- en otras palabras; nos volvemos manipuladores e hipócritas. Puede decirse, que porque lo hacemos sin prestarle la atención más mínima, que la mentira es tan ubicua, que es habitual e irrefrenablemente inconsciente.
Lo peligroso de este juego, el de las apariencias --- el de los secretos y mentiras --- es que muchos naufragan en él. Entonces, sobreviene el vacío: "¿quién soy yo en realidad?". Este fracaso, este desencuentro con uno mismo, puede deberse tanto a la pérdida de la propia identidad personal, como al desconcierto y el temor que nos asolan ante las situaciones difíciles. Lo que no debe de parecernos extraño, porque las reglas, muy sutiles, no están escritas, y las experiencias ajenas difícilmente nos sirven.
Estas representaciones actuadas, asumidas con naturalidad por casi todos, no serán perjudiciales si mantenemos la cabeza fría y sabemos distinguir lo que pensamos, lo que hacemos y lo que, en definitiva, somos de verdad. Conocer a fondo el juego de las apariencias puede resultar entretenido y muy instructivo, además de que aprenderemos mucho sobre el género humano, y sobre nosotros mismos.
Pero, no olvidemos que es juego sin reglas y que es también, juego peligroso.



Solo me duele cuando late...


De las tardes dormidas de aquel Enero frío, lo único que podía aprovechar eran sus abrazos pero ahora ya no, no había un "nosotros" compartido. Ahora había un tú, un yo, y un futuro incierto.
Quedaban poco más que fotografías enmarcadas y dudas, esa variedad de preguntas sin respuesta que quedan tras haber cortado la relación con una persona que antes era rutina, incluso a veces llegando a ser preguntas retóricas sin respuesta alguna.
Dudaba en volver a tenerla, no solo a ella sino a cualquiera. Porque tras perder a aquella gran persona la inseguridad le abatió en su interior, y si no estaba seguro por sí mismo, nadie le haría sentirse así tampoco. Podía ser un Enero traicionero convirtiéndole en un velero a favor del mar de los recuerdos, o común y acogedor como todos los anteriores. Había demasiado en su cabeza, en la cabeza de una persona repentina y radical, y os aseguro que eso no era bueno. Sentía haberse equivocado(cosa que nos pasa a todos) Se dijo un millón de veces nunca más tras todos esos fallos, pero no aprendió de la corrección, y acabó convirtiéndose en un siempre de caídas continuas, en esperar una mano que hiciera de ayuda sin salir a buscarla, en una vida amarga sin felicidad alguna.

"No esperes que lleguen las circunstancias ideales ni la mejor ocasión para actuar, porque tal vez no lleguen nunca"