Un placer conocerte

Intento reprimir lo que siento,
abro los ojos y veo fuego.
No sé si sueño o deliro,
parece rima fácil.
No lo domino.
Las nubes se mueven quizá en sentido correcto, digo quizá porque no sé que es realmente correcto.
Sea cierto lo correcto o correcto lo que es cierto, el orden temporal está en desorden dentro de la sociedad y no consigo llegar a la certeza correcta entre tantas y contradictorias perspectivas.
Vuelvo a buscar el calor, el fuego que antes veía ha desaparecido. Sólo veo nubes, y se mueven.
Ya no busco sólo una perspectiva certera, busco también el fuego permanente que queme sin doler y se mantenga constante. Oh no. Las nubes se mueven cada vez más rápido, van a desaparecer. Han desaparecido. Se suman a mis objetivos de búsqueda.
Llego así a la conclusión de que todo se va, con o sin movimiento, se va. Todo se va, con o sin rapidez, se va.
Se ha ido el sol,
han permanecido las nubes,
se han ido las nubes,
sólo sabrás que vuelven,
mañana cuando despiertes.
Oh no, he vuelto a la rima, y todo se va. Se va, y quizá yo no tarde en hacerlo.


Compleja compenetración

Veía un país inhabitado todo estaba en calma. Parecía no tener sustancia a simple vista mientas que con un paso, con apoyar el peso únicamente del meñique del pie sobre aquel suelo, todo temblaba. Nunca nadie lo había pisado antes, nadie había sentido ese calor, esa fluidez que hacía creer que estabas pisando el sol. Era débil, como todos lo somos la primera vez que nos sucede algo nuevo. Así era como ella se encontraba en aquel momento.
En cambio, él... Él no era sólo lugar inhabitado, ni un sólo país. Él lo era todo, todo lo contrario a ella. Era un mundo repleto de personas de todos los tipos que podáis imaginar.
De tal forma que ambos compenetraban como si de piezas de puzzle se tratara.
La experiencia de él era la que necesitaba ella, mientras que él no tenía suficiente con las personas que tenía en su mundo si no la tenía a ella. La necesitaba toda.