Serendipia

Creamos un límite en el cual había contacto sin llegar a roce y por tonto que parezca al menos de esta forma manteníamos el control sobre aquellos altibajos. Subíamos  y bajábamos tan rápido como el movimiento de las hojas a efecto del viento, sin dirección ni rumbo fijo.
Eso sí, ambos teníamos un mismo objetivo: pertenecer al mismo árbol aun siendo dos ramas diferentes. No sólo parecía  complicado sino que lo era. Fue algo fugaz pero muy intenso, en ciertas ocasiones lo tomé incluso como un trabajo a cumplir. Era tan complicado estar sin discutir, tampoco pedía mucho, era un simple día de felicidad, pero le era imposible hacerlo realidad. Fuese cual fuese el motivo de su enfado, él lo veía inmenso mientras yo intentaba quitarle importancia. Quizá fuera una relación benigna, bueno no, en esas relaciones solo hay mal. Seria una relación extremista muy bien cuando estábamos bien pero insoportable cuando algo interrumpía lo habitual. 
No obstante como nadie, excepto quien lo marca, sabe cuándo, cómo y dónde va a ser el final hasta que llega, yo seguía con la esperanza del que todo lo ha perdido, para que todo lo que venga fuera bienvenido.

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