Bienes complementarios.

Contemplando el cielo y el triste rostro de ciertas miradas. A veces, descubres la propiedad de las cosas, de las personas. Olvidas lo material. Lo cambias por esa sensatez, ese valor propio y natural que tiene una sonrisa en cualquiera de sus formas: robada, tímida, nerviosa, etc...  Añoras lo que antes parecía rutina al ver ojos en los cuales las dudas y preocupaciones han sustituido al brillo. Extrañas esas carcajadas que días atrás compartías con aquellas personas, extrañas el poder que tenían para hacer sonreír a los demás y te das cuenta. Te das cuenta de que ahora ha llegado su momento, de que ha cambiado lo de fingir una sonrisa, por explicar el motivo de su tristeza. Ya no eres tú el que va a reír, sino que tú, vas a desempeñar un papel más importante. Has de ser quien tenga que provocar una sonrisa, y si lo consigues siéntete afortunado.
¿Qué precio alcanzable tiene eso? ¿Cómo superar el valor de una sonrisa? Imposible, porque cuando entran los sentimientos en juego, el juego pasa a llamarse realidad.

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